Antequera fue lugar de paso y asentamiento para el ser humano desde la prehistoria. Sus restos arqueológicos más importantes son los Dólmenes de Menga, Viera y El Romeral, erigidos en la Edad del Bronce. Los romanos fundaron posteriormente las ciudades de Antikaria, Singilia Barba y Acilia Plecusa. De esta época es el Efebo de Antequera, un bronce del siglo I d.C. considerado una de las mejores esculturas romanas de España.
Durante la dominación árabe, Madina Antaquira se consolidó como un relevante núcleo de población y adquirió un gran protagonismo como fortaleza militar fronteriza. Los reyes castellanos la consideraban la llave del reino de Granada e intentaron ocuparla en distintos momentos. El Infante Don Fernando tomó finalmente la villa en 1410.
Antequera se convirtió en el siglo XVI en una de las ciudades clave de Andalucía por su intensa actividad comercial. En ese periodo se construyó la Colegiata de Santa María la Mayor y se fundó la Cátedra de Gramática y Latinidad. Por ella pasaron Juan de Vilches y Pedro Espinosa. Esto supuso un revulsivo para la vida cultural de la villa.
El patrimonio de Antequera fue aumentado con la creación de diversas iglesias, como las de San Sebastián, San Pedro y San Juan Bautista. A este desarrollo contribuyeron las órdenes religiosas que instalaron sus conventos. Junto a estos edificios eclesiásticos se levantaron monumentos civiles de interés, como el Arco de los Gigantes.
También del siglo XVI es el Palacio de los Marqueses de la Peña de los Enamorados y la Plaza de San Sebastián. Este enclave constituye uno de los conjuntos urbanísticos más bellos de Antequera, al que se asoman edificios emblemáticos y de notable valor histórico-artístico. En el centro de la plaza se ubica una hermosa fuente renacentista.
Del siglo XVII al XVIII, la estética urbana quedó definida por el manierismo y el barroco. Atendiendo a estos cánones estilísticos se construyó la Torre de la Colegiata de San Sebastián y las iglesias de la Trinidad, San Domingo y de Nuestra Señora de Loreto, la Iglesia del Carmen, entre otras. Los templos dieciochescos se caracterizan por sus rizadas yeserías, sus exteriores de ladrillo y sus interiores muy decorados.
A lo largo de esos dos siglos se erigieron los palacios de Nájera, de la Marquesa de las Escalonias y del Marqués de Villadarias, así como las casas de los Pardo, de los Colarte, del Barón de Sabasona y del Conde de Pinofiel. Estos inmuebles son representativos de la arquitectura que inspiró el diseño de las residencias de la nobleza de Antequera.
Una epidemia de fiebre amarilla y la invasión napoleónica diezmaron la población en el siglo XIX. Sin embargo, la pujante burguesía, al amparo de la industria textil, logró revitalizar la vida social y económica de Antequera. El sector acabó sucumbiendo en el siglo XX. En el último tercio de esa centuria, la ciudad quedó enlazada por una moderna red de comunicaciones con el resto de Andalucía, volviendo a entrar en un periodo de enorme expansión económica.
Antequera también fue la localidad donde se redactó la Constitución Federal de Andalucía en el año 1883 y se firmó casi un siglo después el Pacto Autonómico que condujo a la región a conseguir su autonomía.
Leyenda de la Peña de los Enamorados
Una leyenda cuenta que un joven cristiano capturado en los dominios de Granada fue llevado como esclavo a la casa de una familia mora. Allí se enamoró de la hija del dueño y huyó con ella. El padre, acompañado de su séquito, acorraló a la pareja en la peña. Ante la imposibilidad de consumar su amor, los jóvenes se lanzaron abrazados desde la cima.
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